Friday, April 27, 2007
HACER PENSAR - EDICION MAYO
El mundo – Argentina y Córdoba también involucrada- está enfermo de inhumanidad. El Periodismo y la Comunicación Social son parte del problema.
Lo ocurrido en la Universidad de Virginia (EEUU), rotulado como “masacre” (asesinar en masa) es una tragedia humana contemporánea, sobresaliente en el orden universal. El hecho, por su naturaleza, amplio e infecundo en su abordaje periodístico, analizado ética y deontológicamente desde la visión del CUP, nos permite atrevernos a la hipótesis de afirmar que entrampó a los Medios y a los profesionales que se ocuparon del asunto, en la maraña de la ANTI-INFORMACIÓN, y eludió rutinariamente la virtud del sentido de IN-FORMACIÓN.
La preposición “IN” significa “adentro” o “al interior”, en tanto que la definición de “FORMACIÓN” es clara y precisa: “educación del sujeto”. Se clarifica más en el Periodismo Idea cuando le sumamos la calidad de MENSAJE.
El caso de la “masacre”, periodísticamente está desvirtuado. Excepto la forzada credibilidad sobre víctimas y el “prolífico” autor in-culpado, podemos inscribir el tratamiento de tamaña tragedia como una ligereza, ya que se basaron únicamente en una sola fuente (la de los discursos oficiales), y versiones noveladas. Esto se denomina “comunicación con sentido único”, para no pensar en una maniobra fragmentada intencionalmente, y así encubrir la verdad y el contexto como lo exige el suceso y su proceso. Tal comportamiento debilita su envergadura y le resta trascendencia universal, porque sólo seguir el camino de credibilidad sin validación, pone en una duda la confiabilidad.
El facilismo emocional, al rotularlo como “masacre” (que la fue), y al responsabilizar sólo a un estudiante asiático tardíamente descubierto como maniático –de quien se afirma su postrer suicidio- prácticamente ha dado por cerrado el caso para caracterizarlo como un incidente aislado, y descartar toda posibilidad de una patología social.
Las evidencias son frágiles e incompletas para dilucidar, primero, cómo fue posible llevar a cabo las matanzas en sus dos capítulos, el segundo de los cuales abarcó un número abrumador de víctimas que ni el cine registra antecedentes en las policíacas fantasiosas. Pero eso no es todo. Tampoco se ha dicho lo necesario de los contextos vinculantes. La censura impuesta -dócilmente aceptada por el periodismo-, no posibilitó el acceso al escenario de los crímenes, ni poder contrastar con otras fuentes. ¿Será porque resulta peligroso penetrar en el hondo espantoso de un sistema de inhumanidades subyacentes, excitadoras o responsables de las patologías sociales de nuestro tiempo?
El sistema, cuando funciona así, no es más que una caricatura de los abusos de poder, como de las abdicaciones a la libertad de IN-FORMACIÓN (dejemos las cosas como están, no vayamos más “adentro” o al “interior” de casos semejantes).
¡Bajemos el telón del caso! pareciera ser la consigna del sistema, y carguemos con toda la culpa a un coreanito (¿loco o enloquecido?), a quien se lo ha mostrado como un autista independiente, perversamente infiltrado en el mundo de los sanos y cuerdos.
Pero, a propósito de locos, sanos y cuerdos, cerremos esta nota recorriendo por un instante otro tipo de masacres que están sucediéndose en nuestro mundo, a propósito de la vida y de la muerte de inocentes. Asomémonos a Irak; Medio Oriente; a las miserias africanas; a lo que sucede en las favelas brasileñas, o selva colombiana, y, sin ir tan lejos, a los ghetos urbanos de la opulencia americana y europea, o a los asesinatos en nuestro país, o a las “ejecuciones” en mentirosos accidentes de tránsito. Seguramente, jamás los rotularíamos de “masacres” o “actos demenciales”. Claro que, para sus instigadores, sean Jefes de Estado o funcionarios política y judicialmente inconscientes, está “prohibido configurarlos”.
¿Y el periodismo sin confiabilidad y vocación de sentido? ¡Están fascinados por la cooptación!.
Por Miguel Pérez Gaudio
Rector Colegio Universitario de Periodismo
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